Por Linnu
Ya desde el 2008, el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires viene realizando año tras año un festival cuyo fin es difundir las nuevas expresiones de la cultura joven, abarcando el rock, pop, arte callejero, animación, poesía, moda, cine y arte digital. Con creciente concurrencia, el Ciudad Emergente tuvo lugar nuevamente en el Centro Cultural Recoleta.
Con 130 mil personas como asistentes durante los cinco días de su desarrollo, el festival ofreció una agenda cultural variada, mostró nuevas tendencias artísticas de todo ámbito y acercó nuevamente a la juventud al círculo de museos. Con entrada libre y gratuita, esta edición estuvo acompañada por la muestra Fase 2 (una muestra de arte y tecnología), ajeno al festival, pero que permitía a los concurrentes ir de un evento a otro. De la misma manera, aquellos que asistieron a Fase 2 pudieron hacer una visita al Ciudad Emergente. ¿El resultado? Una amplia variedad de gustos y edades mezclándose y compartiendo sus formas de expresión bajo un mismo entorno.
La música que escuchan todos
Uno de las armas más fuertes que tuvo este festival fue en el ámbito musical. Más de 40 recitales (entre bandas, dj’s y vj’s) tuvieron lugar durante los 5 días. Fue una gran oportunidad para aquellas bandas, nacionales e internacionales, que están haciendo algo diferente, pero quizás no tengan los recursos como para llegar a grandes públicos. A lo largo de tres escenarios circularon artistas tan imponentes como Les Mentettes Orchestra, con lo que definen su “pop de cámara.” También estuvo presente FOK Electrochongo, dando su cuota de electrónica y humor a la tarde del sábado. Para el cierre, una banda ya consagrada: Divididos dio un recital de una hora en la terraza del Centro Cultural.
El hecho de que sea un punto fuerte no solo se debe a que los espectadores descubrieron nuevos sonidos en estos recitales, sino que, además, dentro, en una de las salas de exposición, estaba el Espacio Escuchá, permanente durante todo el evento. Allí se pudo escuchar, mediante auriculares y reproductores en las pc’s, canciones de nuevas bandas y solistas del under porteño.
Además, en otra sala del Recoleta, en formato íntimo, hubo un espacio para la poesía, y la música con poesía como letras. Esta, sin embargo, fue un arma de doble filo, ya que desde la aparición de artistas como Coiffeur o Lisandro Aristimuño, la poesía naif acompañando a la música se vuelve más parecida, y a veces llega a sonar como plagio.
Lo que es rescatable del aspecto musical, es que la convocatoria, tanto de artistas como de oyentes, sirvió para que nuevos nombres empiecen a surgir de a poco, y que más y diferentes sonidos comiencen a invadir tanto los oídos como la escena musical actual.
De todo, un poco. Muy poco
Un aspecto criticable de esta edición del Ciudad Emergente fue la poca variedad artística que había fuera del ámbito musical.
Un ejemplo muy claro fue el caso de la muestra fotográfica. Una gran sala llena de fotografías variadas permitía conocer la obra de solamente un solo artista, Martín Bonetto. Si bien las fotos eran diversas, y en su mayoría lo que más destacaba eran aquellas sacadas en sesiones a artistas famosos, como Gustavo Cerati, Charly García o Adrián Dárgelos, lo que se puede criticar de este espacio es, justamente, que era toda una gran sala dedicada para un artista único. La variedad de artistas fotográficos fue la gran ausente, y quizás se podía encontrar algo diferente en la sala de Poesía, pero allí no estaba destacada, y casi se perdía con el entorno musical.
Luego, el espacio denominado Arte Electrónico Interactivo fue como una gran decepción: tres computadoras con Internet para quien quiera usarlas (generalmente, todos entraban a Facebook), y dos obras de origen poco “emergente”: primero, un video clip de Babasónicos que podía ser manipulado en tiempo real, y modificado con un sistema de face-recognition que no siempre estaba en funcionamiento; luego, un pedestal con una especie de control de cámara virtual del espacio, a cargo de la gente de Fibertel, compañía de Internet. En resumidas cuentas, una interactividad de dudosa interacción y más de reacción. Quizás lo rescatable artísticamente digital, fueron los videos de DOGRUSH, Jalea.tv y NASA, entre otros, pero esto no es interactivo, sino, pura y solamente arte digital. O sea, poca interactividad.
El espacio de revistas, sin embargo, fue más fructífero a la hora de promoción: cientos de revistas de diverso interés, ediciones y contendidos, al alcance de la mano de cualquiera que quiera llevarse una y leerla sentado en los sofás que allí había, o bien irse a su hogar con una revista Nah!, Inrockuptibles o G7, por ejemplo.
Marketeen
Haciendo balance, el Ciudad Emergente fue una buena ocasión para conocer y darse a conocer. Para venderse y ser comprados.
El target al que este festival apunta es al adolescente de clase media-alta, no cabe duda. Y sabe cómo llegarle: desde la estética, las actividades que se realizaron, los rockumentales que se expusieron, la música que sonó, el lugar donde se desarrolló… Todo está dispuesto de forma que el joven se empape con la cultura y que se inicie en el mundo de los museos (no fue casualidad que la muestra de Fase 2 se haya dado al mismo tiempo, en paralelo).
De esta forma, Ciudad Emergente es un buen producto, que sabe venderse por sí solo, y que ofrece a sus concurrentes exactamente lo que ellos buscan allí: dispersión, superficialidad y cero preocupaciones. Un oasis en medio de una ciudad ajetreada.
Lo que nos enseñó la vieja Expo Boom A, dedicada para adolescentes en el predio de La Rural. Salvo que ahora encontró dónde venderse mejor, sin tener que vender entradas.
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